Empieza el día, tienes todas las ganas del mundo en hacer que sea un buen día pero derramas el café nada más levantarte. Bueno, no pasa nada. Sigues con tu día y a media mañana algo que está totalmente fuera de tu control hace que pase algo inesperado. No es grave, solo que no te lo esperabas y ahora necesitas cambiar un poco tus planes para el resto del día. La comida está que ni fu ni na, y por la tarde ya parece que el día no va a poder remontar y así te lo demuestras a ti misma: no puedes completar todas las tareas que tenías asignadas para la tarde. Llega la noche y piensas: menuda m* de día, más que avanzar hacia mis objetivos parece que he ido para atrás.

Diosa, ¿has tenido un día como este alguna vez? Cambia el café por la infusión, lo inesperado por un imprevisto o por un día que estás más baja de ánimos. No acabas las tareas porque te encuentras mal física o emocionalmente, quizás te habías puesto más tareas de las que eres capaz de hacer. Sabes de los días de lo que te hablo, ¿te sientes identificada?
También hay días de esos que te vienes arriba, en los que te sientes súper productiva, haces todo lo que tenía planificado y ¡más! Tus niveles de energía y motivación están por las nubes y se podría decir que el día ha sido de 10. La pregunta aquí es ¿te celebras?
¿Haces el ejercicio de pensar: hoy sí, hoy me he sentido cual diosa del Olimpo?


Y, por supuesto, navegamos la mayoría de días pasándolos sin más. Sin pena ni gloria. Días “meh” que no te hacen avanzar hacia tus objetivos a pasos agigantados pero tampoco te hacen sentir frustrada por no avanzar. Pero tú y yo sabemos que los días que más pesan son los primeros. Los que salen fatal. Esos días son los que nos hablamos mal a nosotras mismas y recordamos lo mal que lo hacemos todo, así, generalizando, como si el resultado de un día fuera significativo de toda una vida.
Porque los días buenas se nos olvida celebrarnos y los días meh no tenemos motivos para hacerlo. Son los días malos, los días frustrantes, esos en los que te sientes atascada, los que no ves que avanzas los que más no pesan. Y quien dice días dice semanas o incluso meses.
Las tres claves para dejar de estar atascada y sentir que avanzas
1. Echa la mirada muy atrás, no te compares con el ayer
Como decíamos antes, los días malos son los que más pesan. Los que nos hacen sentir mal, los que nos frustran y los que nublan nuestra visión. Un día malo no te deja ver los avances que has conseguido. Aunque ese día en particular no hayas conseguido avanzar hacia tus metas, si echas la vista un poco más atrás, seguro que puedes ver todo lo que has mejorado, avanzado y conseguido.
En lugar de hablarte mal a ti misma por lo penoso que ha sido tu día malo, pregúntate: ¿cómo estaba hace un mes? ¿hace seis meses? ¿dónde estaba hace un año? ¿qué he conseguido en todo este tiempo? ¿cómo he cambiado?
Hazte todas estas preguntas y fli-pa. Si te comparas con tu yo de hace un año (y no con la de ayer), seguro que vas a poder ver los avances reales que has obtenido. Mira atrás y celébrate. No pierdas la perspectiva, no dejes que un día malo te nuble la vista. Siéntete una diosa por todos esos cambios y mañana más.

2. Crea un registro de logros
A veces los días malos se acumulan y se convierten en semanas. Otras veces los días regulares se amontonan e incluso el ejercicio de mirar atrás se nos puede hacer un poco más difícil. ¿Lo solucionamos?
Sé previsora y crea tu propio registro de logros.
Abre tu agenda Crenpet, una libretita especial o un documento en tu ordenador. Lo que tú quieras, aunque te recomiendo una herramienta analógica, es decir, que lo hagas con boli y en papel, para que conectes mucho más con tus logros y te sea más fácil recordarlos. La escritura a mano es súper poderosa, el contacto de la mano con el papel y el boli hace que tengamos todos nuestros sentidos puestos en lo que estamos escribiendo. Pruébalo y siéntelo.
El ejercicio es el siguiente: los días buenos, esos en los que te sientes un diosa del Olimpo, abre tu libreta especial y apunta aquello que has conseguido. Apunta tus logros. Puede ser un gran logro porque ese día hayas cerrado algún proyecto de cierta magnitud. Pero puede ser también un pequeño logro, algo pequeñito que durante tu día te haya hecho sentir orgullosa de ti misma, que te haya hecho sentir que estás avanzando hacia tus objetivos, hacia la vida que tú quieres.
Aprovecha este ejercicio para celebrarte: ¡enhorabuena diosa, has tenido un buen día! Y deja tu registro de logros bien a mano para revisarlos y recordarlos cuando se acumulen muchos días regulares o tengas alguno malo. No dejes que las malas palabras invadan tus pensamientos, abre la libreta, recuerda los avances que ya has conseguido y sigue celebrándote.
Aquí tienes un descargable gratuito: Tu registro de logros.
Descárgatelo, imprímelo y utilízalo para ir apuntado tus días malos, tus días regulares y tus súper días de sentir te diosa. Anota tus logros y deja tu registro siempre a la vista.
3. Confía en el poder de los hábitos
Y por último y, sin duda, el más importante: confía en el poder de los hábitos.
Un hábito es una acción que repites con cierta regularidad (todos los días, una vez a la semana, etc.) y que tienes totalmente integrado, es decir, lo haces casi sin pensar, sin que te requiera un esfuerzo titánico.
Tu día está lleno de hábitos de los que puede que ni seas consciente: la forma de lavarte los dientes, el orden de tus acciones por la mañana (el mío: cara, café, desayuno, escribir, leer), la silla en la que te sientas a comer, el orden dentro de tu bolso, etc. Todas esas acciones se repiten diariamente sin más.
¿Cuál es el poder de los hábitos entonces?
Los hábitos generan beneficios a largo plazo y de forma exponencial.
Incorporar un hábito se puede hacer algo complicado (puedes aprender a establecer tus objetivos-hábito en este post) y al principio puede ser incluso algo doloroso. Por ejemplo: empiezas a hacer ejercicio y los primeros días tienes unas agujetas que te podrían hacer dejar de hacer ejercicio, pero si confías en el poder de tus hábitos y sigues practicando ejercicio de manera constante… ¡la magia ocurre! Unas semanas después, a veces meses, empiezas a notar los resultados: estás más ligera, te sientes con más energía y sabes que estás construyendo un hábito para mejorar tu calidad de vida y tu salud.
Los hábitos funcionan así: a corto plazo parece que no valen mucho la pena todo el esfuerzo pero a medio y largo plazo… ¡magia! Piensa en tu pasado, alguna vez que hayas incorporado tu hábito durante el suficiente tiempo como para ver los resultados reales que te estaban aportando a tu vida. Confía en el poder de tu hábitos. Visualízate de aquí a seis meses o un año con tu la vida que tú quieres. Define qué hábitos te van a ayudar a conseguir esa vida y empieza. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa.
Confía en el poder de los hábitos y no desistas. Haz un poquito cada día.
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Apúntate aquí al taller gratuito Crenpet del próximo 4 de octubre. Aprenderás el secreto de unos hábitos fáciles de introducir en tu rutina y de mantener en el tiempo
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